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Quien avisa no es traidor. El criticado y casi sentenciado Ange Postecoglou recordó en septiembre, antes de que los spurs se hundieran en lo más profundo de la tabla en la Premier League, que siempre ganaba un título en sus segundas temporadas.

Ocho meses, y 17 años después, su Tottenham, también el de Pedro Porro, es campeón, por tercera vez en su historia, de la Europa League. Y es que la 2024-2025, en la que el Newcastle conquistó un trofeo doméstico tras 70 años y el Crystal Palace ganó su primer título en 120 años de historia, está siendo la campaña de las reivindicaciones en el fútbol inglés.

El 17º clasificado de la liga inglesa, un equipo que ha perdido 21 jornadas en la competición doméstica y no sabía lo que era tocar plata desde 2008, se corona en San Mamés y disputará la próxima edición de la Champions League. Ver para creer.

Aunque sin la contundencia de los dos 4-0 que le endosaron en Premier League los spurs, tuvo que esperar el Manchester United de Ruben Amorim hasta la final de Bilbao para perder su primer encuentro en la competición. La derrota que pone la puntilla definitiva a la peor temporada de los red devils en el siglo XXI.

El solitario autogol de Luke Shaw (UEFA se lo atribuye a Brennan Johnson) y el ‘funambulismo’ de Micky van de Ven para negarle el gol del empate a Rasmus Højlund, elevan al conjunto londinense al ‘olimpo’ europeo.

En una final con más miedo que fútbol, y que difícilmente pasará a la historia de las finales, ni el capitán Bruno Fernandes ni Casemiro pudieron rescatar a los suyos del fracaso absoluto. Si bien el proyecto de Ruben Amorim aún parece tener recorrido en Old Trafford, Ange Postecoglou tenía los días contados en el norte de Londres.

Igual que alcanzar la final de la Europa League le había permitido mantener el cargo, quizás alzarse campeón europeo 41 años después le concede también el indulto de Daniel Levy para seguir sentándose en el banquillo local del Tottenham Hotspur Stadium la próxima temporada.

Un gol y poco másLa fiesta inglesa de San Mamés, trasladada de las calles de Bilbao a La Catedral, dio paso a unos primeros compases de final que fueron el fiel reflejo de las temporadas de Tottenham y Manchester United. Es decir, flojas.

El arranque del encuentro, más que un dueño claro, tuvo fogonazos. Al ligero dominio inicial de los red devils, que salieron sin Alejandro Garnacho en el frente de ataque y con Mason Mount junto a Amad Diallo como pareja de mediapuntas, le siguieron los primeros acercamientos de peligro, en este caso protagonizados por los spurs.

Mucho centro lateral, mucha falta, mucho balón parado, pero poco fútbol. Y es que el conjunto londinense echó especialmente en falta en su medular a los lesionados Maddison, Kulusevski y Bergvall. Sí entró en la convocatoria, pero empezó la final en el banquillo, el capitán Heung-min Son.

Tanto miedo exhibieron ambos equipos durante los primeros 45 minutos que, cuando todo hacía pensar que un disparo ligeramente desviado de Diallo y un tiro a portería de los spurs sería lo único que podrían llevarse sendas aficiones a la boca, entre Brennan Johnson y Luke Shaw rompieron las tablas en el marcador… en la portería de André Onana. Pape Matar Sarr fue el encargado de anticiparse, recuperar en el medio y poner el balón al corazón del área.

Ahí aparecieron galés e inglés. El zaguero del Manchester United, por culpa también de su falta de contundencia, tocó el balón hacia su propia portería y el ‘22’ local, según la UEFA, terminó batiendo a Onana en el 42’.

Euforia comedida en el lado blanco de San Mamés con el 1-0.

AS.com

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